Memorias de una Geisha by Arthur Golden

Memorias de una Geisha by Arthur Golden

Author:Arthur Golden
Language: eng
Format: mobi
Published: 2011-03-14T04:00:00+00:00


Capítulo diecinueve

Aquel mes sorprendente en el que volví a encontrar al Presidente —y conocí a Nobu y al Doctor Cangrejo y a Uchida Kosaburo— me sentí como si fuera un pequeño grillo que ha logrado escapar de su jaulita de mimbre. Por primera vez en años, podía irme a la cama con la idea de que no siempre iba a ser como una gota de té derramada en las esteras de tatami y que alguna vez en Gion se fijarían en mí. Todavía no sabía cuál era el plan de Mameha ni cómo iba a llevarme a triunfar como geisha ni si mi éxito me iba a acercar alguna vez al Presidente. Pero todas las noches, acostada en el futón, me ponía su pañuelo en la mejilla, reviviendo una y otra vez mi encuentro con él. Era como las campanas de los templos, que resuenan largo rato después de haber sido tocadas.

Pasaron varias semanas sin noticias de ninguno de estos hombres, y Mameha y yo empezamos a preocuparnos. Pero, al fin, una mañana, una secretaria de la Compañía Iwamura telefoneó a la Casa de Té Ichiriki pidiendo mi compañía para esa tarde. Mameha estaba encantada con la noticia, pues esperaba que la invitación viniera de Nobu. Yo también estaba encantada; esperaba que fuera del Presidente. Más tarde, ese mismo día, le dije a la Tía, en presencia de Hatsumono, que esa tarde iba a acompañar a Nobu y que si podía ayudarme a escoger el kimono y los complementos. Para mi asombro, Hatsumono vino a echar una mano. Estoy segura de que si un extraño nos hubiera visto pensaría que pertenecíamos a una familia estrechamente unida. Hatsumono no soltó ninguna risita ni hizo ningún comentario sarcástico, y, de hecho, me ayudó bastante. Creo que la Tía estaba tan asombrada como yo. Terminamos eligiendo un kimono verde con un estampado de hojas plateadas y bermellón y un obi gris con hilos de oro. Hatsumono prometió pasar por allí para vernos juntos a Nobu y a mí.

Aquella tarde cuando me arrodillé en el vestíbulo de la Casa de Té Ichiriki pensé que toda mi vida había sido un camino hasta ese momento. Escuché el sonido amortiguado de las risas, intentando adivinar cuál sería la del Presidente; y cuando abrí la puerta y lo vi ante mí en la cabecera de la mesa, y Nobu de espaldas a mí… bueno, me cautivó de tal modo la sonrisa del Presidente, aunque no era sino una huella de la risa de un momento antes, que tuve que contenerme para no devolverle la sonrisa. Saludé primero a Mameha, luego al resto de las geishas que estaban en la habitación y, por último, a los seis o siete hombres allí reunidos. Cuando me puse en pie, me dirigí directamente a Nobu, como Mameha esperaba que hiciera. Debí de colocarme más pegada a él de lo que yo creía, pues Nobu, molesto, dio un golpe en la mesa con la copa y se apartó un poco de mí. Yo me disculpé, pero él no me prestó atención y Mameha sólo frunció el ceño.



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